jueves, 23 de febrero de 2012

Un despertar

Este blog forma parte del proyecto Diario Intimo de una ficción verdadera, el cual se realiza dentro del marco de la materia Redacción Universitaria de la UAM Azcapotzalco, división de Ciencias Sociales y Humanidades, bajo la dirección del maestro Sandro Cohen.


¡Ya chingaron a su madre! ¡Aflojen todo lo que traigan cabrones! ¡Muévanse hijos de la chingada! Fue el grito de guerra con el qué desperté. Era otro asalto al camión en el qué iba a mi casa.  No lo podía creer. Era el segundo asalto de la semana que me ocurría. Lo más increíble fue que al ver a los ladrones los reconocí. Eran los mismos sujetos que dos días atrás (lunes) me habían quitado todas mis cosas: celular, iPod, laptop, cartera con dinero y mis tenis. Y que hoy estaban haciendo lo mismo. Suerte para mí, ellos no me reconocieron.


Durante el robo todo fue tan rápido, confuso, lleno de adrenalina (como en los anteriores asaltos). Volteaba y al ver a toda la gente asustada (algunas llorando), una ira rabiosa recorrió todo mi cuerpo. Respire tranquilamente y me calme. No podía hacer nada. Seguí el protocolo. Les di el poco dinero que traía, agache la cabeza y cerré los ojos. Los ladrones ya con las cosas de la gente detuvieron el camión y se bajaron. Después de que los ladrones se fueron, todo el camión se quedo mudo. Nadie dijo nada. Era un silencio abrumador. Creo que ese silencio fue aceptando lo que había pasado. Yo también no dije nada. 


Llegué a la base de camiones y camine a mi casa. Al ir caminando renegaba de lo que me había pasado. Caminando y echando madres. Por suerte la casa estaba a dos cuadras. Llegue y entré. Al ver a mi madre en la cocina no le comenté nada de lo sucedido. No la quería alterar (ella esta enferma), decidí actuar normal. Comimos, platicamos, también reímos. La tarde paso sin preocuparla.


En la noche subí a la bodega donde guardamos todo, lo que según ocupamos, a fumar un cigarro para el susto. Al estar acostado fumando, vi las estrellas y pensaba en el asalto. Recordaba los tres minutos que duro el asalto. Muchas cosas pasaron por mi mente: mi familia, mi novia, hasta mi perro. La idea y el temor de no volverlos a ver fue abrumador. Qué en un instante un ladrón te arrebate la vida sin pensarlo, porque te resistes a darles tus cosas. Cosas que te han costado mucho trabajo y sacrificio. Eso se me hizo injusto. 


Las dos horas que duré en la azotea, surgieron muchas ideas, una de ellas fue: que los asaltos nunca terminarían. Porque a la hora que se detiene al ladrón no se le quiere acusar. Los pretextos siempre son los mismos, por falta de tiempo o temor a represalías. Con esto el ladrón quedando en libertad. Saliendo del MP (Ministerio Publico) a seguir robando (a seguir haciendo su chamba). 


Los ladrones son una plaga. Yo lo veo así. Y como toda plaga hay que exterminarla. Tendré que encontrar la manera para terminar con este mal que se reproduce rápidamente y que afecta  a la sociedad.

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