martes, 14 de febrero de 2012

Dolor de una realidad





Adolorido y llorando desperté ese día de domingo. Al ponerme a la orilla de la cama, pensaba en quedarme a seguir durmiendo, a sentir la seguridad de mis cobijas o ponerme mis pantalones y tenis. Hacer de cuenta que no había pasado nada. 

Como podría negar una escena que viví unas horas antes. El espejo, mi cara y todos los moretones que tenía en mí cuerpo, no dejarían que esta vez me volviera a engañar. Ya muchas veces lo había hecho y lo soportaba, pero esta vez fue diferente, esta vez si fue la ultima vez que me engañaba solo.


La culpa es tuya, por ese maldito cuerpo que me lleva a un placer inexplicable, por creer en ti. Una parte de culpa la comparte mi padre, por no explicarme como funcionan las cosas en esta vida. Todo lo tuve que aprender yo solo.

Los recuerdos son confusos, (mejor dicho no me quiero acordar), recordar para muchos es volver a vivir, el recuerdo de ayer, para mi en esta ocasión es un martirio. Pero tendré que recordar las veces que sea necesario.

El no haberte encontrado a la hora de entrar a la casa, fue el detonante de salirte a buscar con desesperación, al salir buscándote, iba maldiciendo entre dientes, pensaba en lo que me decías a solas, me enojaba más el recordar.

Fui a la tienda, a la esquina, con mis amigos y nadie me decía donde encontrarte. No lo podía creer. Tú tan fácil de encontrar, por todos conocidos y por todos bien referenciados. 
Después de caminar, de correr, de sudar, te encontré. Sorpresa fue para mí, al encontrarte con alguien más entre sus manos, probando de tu boca los jugos que desprendías.

Sin pensar, ciego por la ira, me deje ir sobre él, era más grande que yo, pero eso no me importo. Forcejeamos arduamente, a pesar de mi valentía y coraje, caí al suelo, el tipo me golpeaba sin guardarse un solo golpe para otro día. Después de unos minutos, de estar en el suelo y todo golpeado, todo se volvió oscuro y frio. 

No recuerdo como llegue a la casa, solo recuerdo ver a mi madre llorando, y pidiéndome incada frente a mí, un favor, ¡Oscar, ya déjala, ya déjala!, después ya no supe nada.

Al despertar el recuerdo de mí madre fue suficiente para poder jurar, un juramento de vida. En la orilla de mi cama, y frente al espejo, jure por mi nombre, no volverte a sentir, no volverte a probar, ya nunca tenerte entre mis manos. Si, tú nunca más me afectarías, ya no caería ante ese cuerpo de ángel, pero con fuego por dentro, ese día, por fin después de 5 años a tu lado, te pude dejar, ese día deje el maldito vicio del alcohol. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario