martes, 14 de febrero de 2012

No siempre es lo mismo

Este blog forma parte del proyecto Diario Intimo de una ficción verdadera, el cual se realiza dentro del marco de la materia Redacción Universitaria de la UAM Azcapotzalco, división de Ciencias Sociales y Humanidades, bajo la dirección del maestro Sandro Cohen.


Un día más de vida. Todos los días creo que son iguales. La mismas personas, el mismo uniforme, el mismo trabajo, la misma rutina. Una rutina que he soportado más de 20 años, la edad que tiene mi hijo mayor, rutina que me absorbe, me que consume, que me esta volviendo loco. Hay días que prefiero ya no despertar, dejar que todo se vaya por un tubo, que todo se vaya al diablo pero el sonido incensante del despertador me hace ver una realidad, que hasta el día de mi muerte tendré que seguir soportando esta rutina.

Unos días al despertar, antes de meterme a bañar, me pregunto ¿porqué me siento así?, será,  porque a mis 16 años de edad adquirí la responsabilidad de mantener a una mujer y un hijo, y al tener esta responsabilidad deje de lado todas mis ilusiones, o porque mi familia me dio la espalda, por la falta de estudios, que al no poder concluir mi prepa termine aceptando este empleo, el cual e soportado veinticinco años mi vida. Antes de meterme a bañar, volteo a ver a mi esposa y me respondo: ¡no, por ella no me siento así!, ella es un pilar en mi vida, aunque nunca se lo he dicho. Mi trabajo, mi familia y mis estudios influyen, pero tampoco es por eso. Cierro los ojos y grito dentro de mí, ¡Dios mio, que me pasa!, sin tener respuesta divina, sale de mis ojos un llanto inconsolable, que no tarda en parar. Así pasan días enteros e interminables, hasta que una mañana, entendí lo que me pasaba.

En el micro que viajaba, cuando iba a mi trabajo, subió un anciano. Después de que el anciano pago, se dio a la tarea de saludar a toda la gente que iba en el micro. ¡Hola, buenos días!, ¡Hola, como ha estado!, etcétera. Un sin fin de saludos que el anciano tenia reservados, me pareció muy loco, ya que la gente que sube a un micro no saluda y el anciano hasta sonreía. 



Yo estaba en la parte de atrás, cuando se dirigió hacia mi lugar. Sin pensarlo se sentó a mí lado. El ya no me saludo, solo volteo y me sonrió, no dije nada,  fue algo incomodo. Sin saber nada de él, me empezó a explicar porque saludaba a toda la gente, fue algo tan rápido, concreto y fácil de entender, que me congele, me dijo: "¡Amigo!, la vida es tan corta en muchas ocasiones y tan larga en muy pocas. Por eso es que todos los días regalo algo que no me cuesta, un saludo y una sonrisa. Lo que he aprendido con el tiempo, es que hay que ser feliz para poder vivir y vivir para poder ser feliz". Se paro, toco el timbre, y antes de bajarse me voltio a ver, y por ultimo me dijo, "hay que vivir la vida como si fuera el ultimo día". Se bajo y nunca más lo volví a ver. 


Desde ese día, agradezco por lo que tengo, beso a mi esposa, le digo cuanto la amo, platico con mi hijo, a mi trabajo le pongo todo mi empeño, y realizo mis ilusiones, sobre todo, cada día trato de tener en mi semblante una sonrisa, esa cosa que no cuesta nada.

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