martes, 28 de febrero de 2012

Sin dormir y pensando que escribir


¡No puede ser! Son las cinco de la madrugada y no sé qué escribir. Cuatro horas interminables tratando de escribir mi nueva entrada y no lo he logrado. ¿Será por falta de imaginación o de concentración? ¡No sé! pero han sido horas sentado frente a la computadora y las ideas no quieren fluir. Horas que han pasado como agua entre mis manos. 

En el tiempo qué he tratado de plasmar mis ideas en esta hoja, han sido más las veces que he ido caminando a la cocina, a preparar café, a orinar y viceversa. 

Enciendo la televisión esperando concentrarme, para lograr escribir, pero es mala idea, mejor la apago. Me pongo de pie y camino por toda la sala. Estoy desesperado por no poder encontrar un tema del cual hablar. Quiero escribir algo que llame la atención. Qué cuando alguien lea mi blog se interese y no deje de seguirme, aunque este proyecto (blog) del profesor Cohen sólo dure un trimestre. No quiero escuchar que es aburrido. Menos quisiera escucharlo de mi compañero Ayax, que no lee los blog porque dice que son: aburridos, tediosos y monótonos. Eso me da risa, pues él no escribe como Carlos Fuentes. Apoyo su idea. Algunos son aburridos, creo que el mío también, pero existe la excepción. 

En lo personal,  "El error del espantapájaros", "Crónicas de Ana" son dos de los mejores blog, no porque sean de las mujeres guapas del salón, lo cierto es que están muy bien escritos. Digiero fácilmente lo que escriben, sin olvidar que su amor a la lectura les hace más fácil su redacción. Desde la primera entrada me di cuenta de lo bien que escriben. Yo tengo que lo lograr lo mismo. Pero con otro tipo de historia que llame más la atención. Aunque esto lo logre en mi última entrada. 

 Reviso de nueva cuenta el blog de Eva, Ana Lilia y de otros compañeros, esperando que al revisarlos de mi mente florezca una idea, pero nada florece... Tengo sueño, me duele la cabeza y miles de malestares. Sólo presiono más a mi cerebro para crear ideas, pero todo sigue igual. ¿Estaré bloqueado para escribir? ¿Mis ideas no surgen por el frío? ¿O por el dolor de cabeza? ¡No sé! La verdad no se. ¡No mames! ya son las ocho de la mañana y no encontré tema del cual escribir. Así lo voy a dejar. Tengo que bañarme para llegar a clase y aparte desayunar. Creo que hoy será un día muy largo y difícil. Ni hablar vámonos a la escuela.

jueves, 23 de febrero de 2012

Un despertar

Este blog forma parte del proyecto Diario Intimo de una ficción verdadera, el cual se realiza dentro del marco de la materia Redacción Universitaria de la UAM Azcapotzalco, división de Ciencias Sociales y Humanidades, bajo la dirección del maestro Sandro Cohen.


¡Ya chingaron a su madre! ¡Aflojen todo lo que traigan cabrones! ¡Muévanse hijos de la chingada! Fue el grito de guerra con el qué desperté. Era otro asalto al camión en el qué iba a mi casa.  No lo podía creer. Era el segundo asalto de la semana que me ocurría. Lo más increíble fue que al ver a los ladrones los reconocí. Eran los mismos sujetos que dos días atrás (lunes) me habían quitado todas mis cosas: celular, iPod, laptop, cartera con dinero y mis tenis. Y que hoy estaban haciendo lo mismo. Suerte para mí, ellos no me reconocieron.


Durante el robo todo fue tan rápido, confuso, lleno de adrenalina (como en los anteriores asaltos). Volteaba y al ver a toda la gente asustada (algunas llorando), una ira rabiosa recorrió todo mi cuerpo. Respire tranquilamente y me calme. No podía hacer nada. Seguí el protocolo. Les di el poco dinero que traía, agache la cabeza y cerré los ojos. Los ladrones ya con las cosas de la gente detuvieron el camión y se bajaron. Después de que los ladrones se fueron, todo el camión se quedo mudo. Nadie dijo nada. Era un silencio abrumador. Creo que ese silencio fue aceptando lo que había pasado. Yo también no dije nada. 


Llegué a la base de camiones y camine a mi casa. Al ir caminando renegaba de lo que me había pasado. Caminando y echando madres. Por suerte la casa estaba a dos cuadras. Llegue y entré. Al ver a mi madre en la cocina no le comenté nada de lo sucedido. No la quería alterar (ella esta enferma), decidí actuar normal. Comimos, platicamos, también reímos. La tarde paso sin preocuparla.


En la noche subí a la bodega donde guardamos todo, lo que según ocupamos, a fumar un cigarro para el susto. Al estar acostado fumando, vi las estrellas y pensaba en el asalto. Recordaba los tres minutos que duro el asalto. Muchas cosas pasaron por mi mente: mi familia, mi novia, hasta mi perro. La idea y el temor de no volverlos a ver fue abrumador. Qué en un instante un ladrón te arrebate la vida sin pensarlo, porque te resistes a darles tus cosas. Cosas que te han costado mucho trabajo y sacrificio. Eso se me hizo injusto. 


Las dos horas que duré en la azotea, surgieron muchas ideas, una de ellas fue: que los asaltos nunca terminarían. Porque a la hora que se detiene al ladrón no se le quiere acusar. Los pretextos siempre son los mismos, por falta de tiempo o temor a represalías. Con esto el ladrón quedando en libertad. Saliendo del MP (Ministerio Publico) a seguir robando (a seguir haciendo su chamba). 


Los ladrones son una plaga. Yo lo veo así. Y como toda plaga hay que exterminarla. Tendré que encontrar la manera para terminar con este mal que se reproduce rápidamente y que afecta  a la sociedad.

martes, 14 de febrero de 2012

Mi entranamiento para ti



Me gustan las escaleras, por la gente que sube arrastrando las piernas y el aliento, y por la que baja como bulto de cemento, que dejan caer fuertemente. Tal vez por eso escogí la escalera para ir a sufrir por ti.


Mi vecino, el anciano señor Rojas, pareció sorprendido al encontrarme sentado en la escalera, seguramente lo que llamo su atención fue mi mirada triste, y las doce horas seguidas que tenia sentado en la escalera. Me di cuenta del interés que de pronto le desperté, al sentir su mirada, tuve la idea de creer que a alguien le importaba, pero eso ya no importaba.
Hoy termine mis tareas diarias, tareas domesticas: lavar el baño, lavar ropa interior, hacer mi comida, etcétera. Quería disponer de más tiempo para elaborar mi programa de entrenamiento llamado, "Si no duele, no sirve", y escoger un ejercicio. Es duro el aprendizaje del dolor, yo lo considero una disciplina o un oficio. El ejercicio diario del dolor da la mirada de perro abandonado y el color de los aparecidos.  

Otro día más de entrenamiento. De nueva cuenta la mirada insistente del señor Rojas, y en su mirada se veía la temida pregunta; inútil decirle algo, deje que bajara con la duda de mi sufrir. 


Con varias horas entrenando en aquella fría y lúgubre escalera (más vieja que el señor Rojas), oí pasos que subían, sude en frío y esté recorrió todo mi cuerpo. Inconfundible el sonido de esos pasos, ruido que provocan al andar, sonido que hacia sentirme: loco, alegre, confuso, enamorado. Ahora solo causan en mí: odio, rencor, unas ganas inimaginables de retorcerle el cuello a la persona que ocasiona ese ruido. Me levante, corrí y casi cayendo entre a mi departamento. Pegado a la puerta, espere que terminara el sonido de los pasos, pasos que eran alfileres enterrándose en mi piel, en esta piel que mucho tiempo froto la suya (piel suave como el durazno). Quería salir gritando y decirle que la amaba, pero ya no era así, ahora solo me debía al dolor de no ponerla tener.

Varios meses después de entrenamiento constante (en mis escaleras), obtuve el resultado esperado, el dolor me ayudo a olvidar esa figura angelical, y a soportar el ruido diario que sus pasos provocaban al pasar por mi puerta.
Un día de esos, cuando uno se siente solo, me pregunte: ¿La amo?, Sí. Con todo mi ser, y es mi peor enemiga. Ella puede terminar con mi razón de ser. La amo desde que sentí sus manos entre las mías. Si yo fuera un tipo común y corriente, como el señor Rojas, iría corriendo a su departamento y me acostaría con ella. Sería el naufrago de su ternura y caricias, pero ahora yo me debo al dolor que ejercite día tras día, hasta lograr su perfección. Me debo al dolor de amarla y verla desde lejos, y también a través de una cerradura. ¿La amo?, Sí. Porque todos los días se desliza suavemente por la escalera como una sombra o como un sueño que se desvanece de mi mente. 

La idea (que si ya no es para mi, no será para nadie) es más fuerte, que su sonrisa y su voz. 
He pensado si su recuerdo un día abandonara mis entrañas, si un día ella se borrara tajantemente de mi vista, de mi vida. Sería una pérdida tan grande para mi. Sería difícil de creer (para otros) si el día de mañana, viera su imagen toda ensangrentada en los periódicos amarillistas con un titular: "Joven muere al caer accidentalmente de una escalera".

Lo he decidido, ese titular aparecerá el día de mañana, a pesar de todo, estoy entrenado para soportar el dolor.

Dolor de una realidad





Adolorido y llorando desperté ese día de domingo. Al ponerme a la orilla de la cama, pensaba en quedarme a seguir durmiendo, a sentir la seguridad de mis cobijas o ponerme mis pantalones y tenis. Hacer de cuenta que no había pasado nada. 

Como podría negar una escena que viví unas horas antes. El espejo, mi cara y todos los moretones que tenía en mí cuerpo, no dejarían que esta vez me volviera a engañar. Ya muchas veces lo había hecho y lo soportaba, pero esta vez fue diferente, esta vez si fue la ultima vez que me engañaba solo.


La culpa es tuya, por ese maldito cuerpo que me lleva a un placer inexplicable, por creer en ti. Una parte de culpa la comparte mi padre, por no explicarme como funcionan las cosas en esta vida. Todo lo tuve que aprender yo solo.

Los recuerdos son confusos, (mejor dicho no me quiero acordar), recordar para muchos es volver a vivir, el recuerdo de ayer, para mi en esta ocasión es un martirio. Pero tendré que recordar las veces que sea necesario.

El no haberte encontrado a la hora de entrar a la casa, fue el detonante de salirte a buscar con desesperación, al salir buscándote, iba maldiciendo entre dientes, pensaba en lo que me decías a solas, me enojaba más el recordar.

Fui a la tienda, a la esquina, con mis amigos y nadie me decía donde encontrarte. No lo podía creer. Tú tan fácil de encontrar, por todos conocidos y por todos bien referenciados. 
Después de caminar, de correr, de sudar, te encontré. Sorpresa fue para mí, al encontrarte con alguien más entre sus manos, probando de tu boca los jugos que desprendías.

Sin pensar, ciego por la ira, me deje ir sobre él, era más grande que yo, pero eso no me importo. Forcejeamos arduamente, a pesar de mi valentía y coraje, caí al suelo, el tipo me golpeaba sin guardarse un solo golpe para otro día. Después de unos minutos, de estar en el suelo y todo golpeado, todo se volvió oscuro y frio. 

No recuerdo como llegue a la casa, solo recuerdo ver a mi madre llorando, y pidiéndome incada frente a mí, un favor, ¡Oscar, ya déjala, ya déjala!, después ya no supe nada.

Al despertar el recuerdo de mí madre fue suficiente para poder jurar, un juramento de vida. En la orilla de mi cama, y frente al espejo, jure por mi nombre, no volverte a sentir, no volverte a probar, ya nunca tenerte entre mis manos. Si, tú nunca más me afectarías, ya no caería ante ese cuerpo de ángel, pero con fuego por dentro, ese día, por fin después de 5 años a tu lado, te pude dejar, ese día deje el maldito vicio del alcohol. 

No siempre es lo mismo

Este blog forma parte del proyecto Diario Intimo de una ficción verdadera, el cual se realiza dentro del marco de la materia Redacción Universitaria de la UAM Azcapotzalco, división de Ciencias Sociales y Humanidades, bajo la dirección del maestro Sandro Cohen.


Un día más de vida. Todos los días creo que son iguales. La mismas personas, el mismo uniforme, el mismo trabajo, la misma rutina. Una rutina que he soportado más de 20 años, la edad que tiene mi hijo mayor, rutina que me absorbe, me que consume, que me esta volviendo loco. Hay días que prefiero ya no despertar, dejar que todo se vaya por un tubo, que todo se vaya al diablo pero el sonido incensante del despertador me hace ver una realidad, que hasta el día de mi muerte tendré que seguir soportando esta rutina.

Unos días al despertar, antes de meterme a bañar, me pregunto ¿porqué me siento así?, será,  porque a mis 16 años de edad adquirí la responsabilidad de mantener a una mujer y un hijo, y al tener esta responsabilidad deje de lado todas mis ilusiones, o porque mi familia me dio la espalda, por la falta de estudios, que al no poder concluir mi prepa termine aceptando este empleo, el cual e soportado veinticinco años mi vida. Antes de meterme a bañar, volteo a ver a mi esposa y me respondo: ¡no, por ella no me siento así!, ella es un pilar en mi vida, aunque nunca se lo he dicho. Mi trabajo, mi familia y mis estudios influyen, pero tampoco es por eso. Cierro los ojos y grito dentro de mí, ¡Dios mio, que me pasa!, sin tener respuesta divina, sale de mis ojos un llanto inconsolable, que no tarda en parar. Así pasan días enteros e interminables, hasta que una mañana, entendí lo que me pasaba.

En el micro que viajaba, cuando iba a mi trabajo, subió un anciano. Después de que el anciano pago, se dio a la tarea de saludar a toda la gente que iba en el micro. ¡Hola, buenos días!, ¡Hola, como ha estado!, etcétera. Un sin fin de saludos que el anciano tenia reservados, me pareció muy loco, ya que la gente que sube a un micro no saluda y el anciano hasta sonreía. 



Yo estaba en la parte de atrás, cuando se dirigió hacia mi lugar. Sin pensarlo se sentó a mí lado. El ya no me saludo, solo volteo y me sonrió, no dije nada,  fue algo incomodo. Sin saber nada de él, me empezó a explicar porque saludaba a toda la gente, fue algo tan rápido, concreto y fácil de entender, que me congele, me dijo: "¡Amigo!, la vida es tan corta en muchas ocasiones y tan larga en muy pocas. Por eso es que todos los días regalo algo que no me cuesta, un saludo y una sonrisa. Lo que he aprendido con el tiempo, es que hay que ser feliz para poder vivir y vivir para poder ser feliz". Se paro, toco el timbre, y antes de bajarse me voltio a ver, y por ultimo me dijo, "hay que vivir la vida como si fuera el ultimo día". Se bajo y nunca más lo volví a ver. 


Desde ese día, agradezco por lo que tengo, beso a mi esposa, le digo cuanto la amo, platico con mi hijo, a mi trabajo le pongo todo mi empeño, y realizo mis ilusiones, sobre todo, cada día trato de tener en mi semblante una sonrisa, esa cosa que no cuesta nada.